“La obra de Macarena Jofre se plantea desde el proceso azaroso que da origen a cada pieza. Es una superposición lenta y consciente, un trabajo que avanza capa tras capa, comenzando por un esqueleto de fierro, sobre el que se acumulan capas de yeso piedra, cada una de distintos colores, grosores, texturas. Aunque creadas recientemente, parecen haber existido hace años. No brillan con los destellos plásticos de lo que acostumbramos a llamar “nuevo” – celulares, autos, ropa. Al contrario. Sus rugosidad e imperfecciones las convierten en objetos profundamente evocativos. El gesto es clave: permitir que los materiales hablen, escurran, sigan su curso natural, logrando incorporar la expresión propia de cada uno en un momento y lugar específico. No existen “inconsistencias” “imperfecciones” o “errores”. Cada pieza es lo que es, incontenible, inesperada, incluso inexorables”
“La obra de Macarena Jofre se plantea desde el proceso azaroso que da origen a cada pieza. Es una superposición lenta y consciente, un trabajo que avanza capa tras capa, comenzando por un esqueleto de fierro, sobre el que se acumulan capas de yeso piedra, cada una de distintos colores, grosores, texturas. Aunque creadas recientemente, parecen haber existido hace años. No brillan con los destellos plásticos de lo que acostumbramos a llamar “nuevo” – celulares, autos, ropa. Al contrario. Sus rugosidad e imperfecciones las convierten en objetos profundamente evocativos. El gesto es clave: permitir que los materiales hablen, escurran, sigan su curso natural, logrando incorporar la expresión propia de cada uno en un momento y lugar específico. No existen “inconsistencias” “imperfecciones” o “errores”. Cada pieza es lo que es, incontenible, inesperada, incluso inexorables”